Hace días que no puedo entrar, no sé muy bien por qué (bueno, muy bien no: no tengo ni idea del por qué), en el panel de control del blog, lo que me ha impedido escribir alguna tontería. De todos modos, tampoco es que tuviera mucho que decir o que contar. El regreso a la realidad del día a día ha sido peor de lo previsto. Cuando te rodeas de incapaces y vagos lo cierto es que todo es susceptible de empeorar. Por ejemplo, me gustaría saber qué se ha hecho durante cuatro semanas en un sitio que yo me sé para que al menos el 50% de las consultas que he recibido vengan con el discurso "es-que-estuve-por-aquí-y-la-chicaquemeatendió-me-dijo-que-mejor-esperara-a-que-usted-viniese-de-vacaciones." Más aceite da un ladrillo y hay cerebros que crecieron con escasez de oxigeno y así se han quedado.
Esta tarde he ido a mi despacho-oficina-cubículo en camiseta, bermudas y cholas de playa. Me esperaban aproximadamente unos 500 folios por mirar, clasificar, numerar, sacar el archivador, meter en el archivador y anotar señalamientos y plazos. Máximo confort, música y móvil apagado durante unas cuatro horas. Algún cenutrio (que tengo identificado y al que ya he amenazado, en público y en privado, con dejarle sin futura descendida por la via del rebanamiento testicular) se ha dedicado a repartir alegremente mi número de móvil entre el populacho, por lo que el "qué hay de lo mío" se ha trasladado de la oficina a mi casa, del tiempo de trabajo a mi tiempo de descanso y de una contestación educada a un incipiente váyase a la mierda.
Ayer, a eso de las cinco menos algo de la tarde, cuando salía la segunda consulta por la puerta de la oficina de "Cuéntame" y la que me había dado la lata por teléfono por la mañana insistía hasta el guantazo (la mi me enseñaron en la facultad que el pensamiento no es delito) en que le atendiese sin cita y sólo con animus jodiendi, me apoyé en la pared de donde cuelga el calendario, respiré y me dije a mi mismo "Tienes mujer y dos hijos, debes volver vivo a casa". El enfado hasta ese momento habia crecido, acontecimiento tras acontecimiento, como una bola de nieve hasta el punto de estar a punto de sufrir o un ataque de ansiedad o un ataque de ira. No tengo horchata corriendo por las venas y es imposible, absolutamente imposible, que determinadas cuestiones no me hagan hervir la sangre hasta el punto de estar a punto de mandar a tomar por culo todo y a todos. Pero recordar lo que me espera en casa es recordar que aquí dentro, y en sus aledaños, está lo único por lo que merece la pena aguantar.
Me tienen terminantemente prohibido quejarme en público. Ni que decir tiene que no lo voy a cumplir. De momento aquí sigo, de juicio en juicio, de empute en empute, hasta el infarto final.
Esta tarde he ido a mi despacho-oficina-cubículo en camiseta, bermudas y cholas de playa. Me esperaban aproximadamente unos 500 folios por mirar, clasificar, numerar, sacar el archivador, meter en el archivador y anotar señalamientos y plazos. Máximo confort, música y móvil apagado durante unas cuatro horas. Algún cenutrio (que tengo identificado y al que ya he amenazado, en público y en privado, con dejarle sin futura descendida por la via del rebanamiento testicular) se ha dedicado a repartir alegremente mi número de móvil entre el populacho, por lo que el "qué hay de lo mío" se ha trasladado de la oficina a mi casa, del tiempo de trabajo a mi tiempo de descanso y de una contestación educada a un incipiente váyase a la mierda.
Ayer, a eso de las cinco menos algo de la tarde, cuando salía la segunda consulta por la puerta de la oficina de "Cuéntame" y la que me había dado la lata por teléfono por la mañana insistía hasta el guantazo (la mi me enseñaron en la facultad que el pensamiento no es delito) en que le atendiese sin cita y sólo con animus jodiendi, me apoyé en la pared de donde cuelga el calendario, respiré y me dije a mi mismo "Tienes mujer y dos hijos, debes volver vivo a casa". El enfado hasta ese momento habia crecido, acontecimiento tras acontecimiento, como una bola de nieve hasta el punto de estar a punto de sufrir o un ataque de ansiedad o un ataque de ira. No tengo horchata corriendo por las venas y es imposible, absolutamente imposible, que determinadas cuestiones no me hagan hervir la sangre hasta el punto de estar a punto de mandar a tomar por culo todo y a todos. Pero recordar lo que me espera en casa es recordar que aquí dentro, y en sus aledaños, está lo único por lo que merece la pena aguantar.
Me tienen terminantemente prohibido quejarme en público. Ni que decir tiene que no lo voy a cumplir. De momento aquí sigo, de juicio en juicio, de empute en empute, hasta el infarto final.
2 comentarios:
Muy bien Tox, ya hay un líder pero necesitamos un mártir. ¡Alá Akbar!
Eclair
Este fin de semana me voy a plantear muy seriamente afeitarme el cuerpo, ponerme varias capas de calzoncillos y adosarme una bomba lapa al cuerpo. Yo que tu, el lunes no pasaba por el tanatorio por si acaso...
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