martes, 29 de junio de 2010

La metropoli opresora.

Casi un 30 % de paro (265.916 PERSONAs en mayo), 40 años de dictadura, desapariciones, fusilados, fyfes, el campo abandonado, la pesca pa marruecos, monocultivo turistico, desarrollo urbanistico desmesurado, destruccion de espacios naturales, emigración, fracaso escolar, ignorancia, politicos vendidos a la metropoli..... GRACIAS ESPAÑA!



Cuando te metes de lleno en esto de las redes sociales y empiezas a agregar "amigos", puedes encontrarte con cualquier tontería como mensaje. Por sistema, si no es alguien con el que haya tenido un mínimo saludo, no acepto a nuevas "amistades". Pero, hete aquí, que a todos a los que aceptas son de su padre y de su madre, y los hay ideológicamente de izquierdas, de derechas, de centro, nacionalistas, independentistas, regionalistas, anarquistas o tóxicos.

El mensaje del principio, añadido en un "muro" de Facebook denota parte de la ignorancia y del escasísimo poder intelectual del movimiento independentista joven de Canarias. El autor es joven, perteneciente a grupúsculos independentistas marginales que se apoyan en fuerzas políticas de esas que ponen el grito en el cielo si colocan un centímetro cuadrado de piche en una carretera pero que han permitido que el mago tire la nevera vieja al barranco o que fabrique en cualquier ladera. Un fenómeno a estudiar con profusión.

Limitar la herencia española en Canarias al paro, a la corrupción, al cemento, al fracaso escolar, a la guerra civil, a la dictadura...denota una simpleza mental que debería conllevar el internamiento en un centro especializado. Y fundamentar, sobre esas premisas, la necesidad de esa "libertad" que pregonan para las islas supondría justificar, bajo las mismas premisas, la independiencia de las muy españolas regiones castellanas, andaluzas, manchegas o murcianas, por ejemplo. El recurso al victimismo, culpando a ese ente indeterminado al que llaman "metropoli" es ridículo, sobre todo si partimos de la base que estos guardianes de la pureza de lo canario no se miran al ombligo para contemplar, sin rubor, las pelusillas de su propia incultura y de su pereza. Seguramente, será culpa de la metropoli.

Lo más inquietante es que ese nacionalismo que nunca existió en las islas, ese que gobierna en Canarias con el PP y en Madrid con el PSOE, que sólo tiene como nación sus bolsillos, como bandera sus comisiones, como escudo sus enchufes y como himno sus prebendas en Madrid, empieza a hacer suyo el discurso de la "metropoli opresora", con las siete estrellas verdes en mano.

Esta tarde, yendo hacia el Puerto de la Cruz, no habia un bar en toda la carretera de Las Arenas del que no colgase una bandera española, más o menos descolorida. Balcones en el centro con la enseña balanceada por el aire. Media docena de niños vestidos con eso que ahora llaman "la roja" jugando al fútbol en una plaza. Ya sabemos que vivimos en un país en el que el sentimiento español sólo aparece cada dos años, o sea, cuando toca Eurocopa o Mundial de fútbol.

Yo me quedo, en cualquier caso, con una imagen que vi hace unas semanas en La Laguna: camino de la Plaza del Cristo, un grupo de excursionistas todos con bandera con siete estrellas verdes en el pecho y la leyenda "ser canario es un orgullo", portando algunos de ellos banderas de corte independentista, iban encabezados por dos señoras que, con la misma equipación, iban tocadas con sendas gorras rojas en las que con letras amarillas se leía la palabra "España".

Cosas.

domingo, 27 de junio de 2010

"¿Mañana tienes juicio?"

Hay dos opiniones confrontadas respecto al futuro de este renacido blog. Una, que me dice que siga en la misma línea; la otra, me invita a moderar el lenguaje (mejor, las expresiones y adjetivos calificativos), insinuando más que mostrando. O sea, que me hacen elegir entre seguir diciendo que alguien puede ser un hijo de puta o calificarlo como el vástago de una mujer que ejerce una actividad comercial consistente en la transacción de sexo a cambio de dinero. Pornografía o erotismo. El devenir de los días y, fundamentalmente, de mi ira hará el camino del blog, así que no prometo nada.

Esta semana se presenta como la última semana de locura pre-vacacional. El mes de julio, a priori, se presenta tranquilo y pasada la primera semana ni siquiera van a ser necesarias las visitas diarias al tanatorio de lo social, lo que es un respiro para quien cada vez le gusta menos pulular por allí. Después de estás últimas cinco semanas hasta el primero de agosto, teléfono móvil out y cholas de playa in. Ni voy a estar, ni se me va a esperar.

El sábado fue el festival de fin de curso en la guardería de Sisay. No hay duda de que, a pesar de que físicamente no se parecen demasiado, son hermanos. La capacidad de ambos para desarrollar un mínimo talento artístico ante un público desconocido y masivo es absolutamente nula. Si Tama, en el acto del colegio de hace un par de semanas, literalmente se quedó clavado sobre el escenario tras ejecutar (en el sentido de ajusticiar) los primeros pasos de una ranchera, Sisay nada más salir al backstage (?) se puso a llorar para quedar relegado a una lacrimógena esquina del escenario. Sólo los brazos reparadores de mamá calmaron sus ánimos. Parece que el poco gusto por los actos públicos lo heredarán del padre. Lo que la biología no me ha dado, al menos que me lo de lo de el uso y la costumbre.

Cuando hace seis meses decía que Tama hablaría español cuando terminaran las clases, lo decía con la boca pequeña. "Son como esponjas", repetía (y repite) la gente una y otra vez. Hace sólo 187 días, un ridículo periodo de tiempo, no decía ni media palabra en castellano. Ahora no sólo lo entiende perfectamente, sino que mantiene una conversación con un vocabulario que ya quisiera alguno de esos elementos de gorra de visera calada, camiseta de asillas y pantalones caídos para enseñar la goma de los calzoncillos. Además, empieza a asimilar algunas pequeñas cosas del día a día. Ya pregunta el porqué trabajo, el porqué lo hago todos los días y porqué lo hago dos veces al día en lugar de mamá, que sólo lo hace una. Hoy, antes de dormirse en el sofá beig y azul del salón y empezar a soñar quién sabe con qué, me ha preguntado "Papá, ¿mañana tienes juicio?". Suena un suspiro.

martes, 22 de junio de 2010

La llamada del ex.

El por qué de la existencia de este blog debe remontarse a noviembre de 2006, aunque en su "archivo" de notas no aparezca ningún relato que se remonte a esa fecha. Lo que pasa es que, cuando lo cerré porque me amenazaron con querellas y demás pamplinas, perdí un montón de historias y apenas pude recuperar un puñado de ellas. En aquella época existía "Togas y letras" y aquel foro loco en el que igual posteaban personajes con locas teorías independentistas o vengadores tóxicos. Y se puso de moda, por decirlo de alguna manera, abrirse un blog. Luego, como no sé medir, se me fue de las manos, aunque (para que nos vamos a engañar) fue muy divertido.

Además de contar mis paranoias e hipocondrias, de descargar rabias y frustraciones y, para qué negarlo, de meterme con gente, una de mis intenciones es que la gente que pueda acceder al blog se divierta, que pase un buen rato y, si es posible, que se rían.

Esta tarde me ha llamado un compañero y amigo para decirme que, tras leerme, se había reido con alguna de mis historias. Le ha gustado especialmente el adjetivo "pinillesco", calificativo que ya definiré con profusión. "Qué cabrón eres", me ha dicho. Y está en lo cierto.

Me ha gustado la llamada, me ha reconfortado en un día especialmente gris para mi. Gracias ex (o no tan ex, que ya no sé ni el cargo que ostentas).

sábado, 19 de junio de 2010

La ceremonia del café.

Melat, Gare y Dani se pasaban las horas de la tarde muertas en las próximidades del Hotel Addis View. Después de regresar del colegio se sentaban a ver pasar los taxis azules de techo blanco por la polvorienta carretera que cruzaba enfrente al Hotel y, como no, a los turistas que entraban y salían por la puerta del hotel, al que no podían acercárse debido al férro marcaje al que les sometía los porteros de gorra enorme. Sólo cuando el turista blanco abandonaba el recinto y se alejaba algo más de diez metros de la puerta de cristal aparecían con sus saludos en inglés y sus sonrisas. Melat, Gare y Dani, durante una semana, jamás cambiaron de atuendo. Dani, con una perenné camiseta de imitación del Milan y los demás con ropas que denotaban que, sin lugar a la más mínima duda, estabamos en el corazón del tercer mundo. Pero Melat (el único niño del trio), Gare y Dani sólo exhalaban ganas de vivir.

Ginés y yo los conocimos el primer día que salimos por los alrededores del Hotel. Ginés no habla inglés, con su español de Murcia tiene suficiente para desenvolverse en su ambiente, en su casa de la huerta y en su casa de la playa. Yo, con mi inglés de suficiente raspado de COU y forjado a base de repetir canciones del Ipod, lograba comunicarme fluidamente con ellos, quienes hablaban perfectamente inglés, lengua de escolarización en Etiopía. Aquella primera mañana, tras acompañarnos al pequeño supermercado local y servirnos de Cicerones por los suburbios de Addis, empezaron a hacerse habituales. Nunca pidieron nada. Ni siquiera aceptaban que se les diera una simple golosina, aunque para unos crios de la miseria una chocolatina era como maná caido del cielo.

Un día antes de que 39º de fiebre y una tremenda gastroenteritis me tumbara en la cama, nos habían invitado a Ginés y a mi a tomar café en su casa. En un país famoso por la calidad de su café, a los huéspedes se les agasaja con una ceremonia que culmina con la desgutación de esa bebida. A todas estas, en mi vida me había tomado un café sólo. Mientras que en mis años de Facultad los compañeros se hicieron adictos al café en el aula de la cafetería del edificio central del campus de Guajara (centro de operaciones durante horas y horas diarias), mis visitas a dicho aula se saldaban a base de bocadillos de, indistintamente, tortilla y calamares.

Antes de atardecer, nos esperaban a una distancia prudencial de la puerta del Hotel. No disimularé cierto temor inicial: eran niños, si. Pero ¿quién nos iba a garantizar que a la casa donde íbamos a acudir no nos esperarían tres armarios roperos para quitarnos hasta los calzocillos?

Apenas 30 metros de camino nos separaba de una puerta metálica que daba acceso a un pequeño y estrecho camino que desembocaba en un pequeño patio rodeado de plantas. Al frente, dos dependencias. En una de ellas, un señor veia la televisión. A nuestra derecha, una habitación de apenas 8 metros cuadrados con dos camas sucias haciendo una L en dos de sus esquinas. Allí, según nos dijeron, dormían los tres chicos de la casa (en una de las camas) y en la otra las niñas junto a su abuela. El patio me hizo recordar, por un instante, a pasajes de mi infancia, de las visitas a la casa de los primos de mi padre en Afur, un pequeño caserío del macizo de Anaga, donde las entradas a las cuevas excavadas en las paredes de la montaña están precedidas de patios llenos de plantas. Por eso, de repente, la inquietud inicial se convirtió en una extraña familiaridad.

Junto a Melat, Gare y Dani aparecieron Joale, Miguel y Abrahám. Joale era el mayor de todos, primo de los primeros. Todas las mañanas pasaba con sus libros de la escuela secundaria bajo el brazo y su sueño es ir a la universidad para convertirse en ingeniero. Los demás, en su mayoría, quieren ser médico para ayudar a su gente en el futuro. Dani me contó que ese no era su nombre real, sino que se lo había puesto en honor a su ídolo, Dani Pedrosa. Miguel rendía homenaje a un Miguel Indurain al que, posiblemente, jamás conoció sino por el relato de sus hazañas ciclistas. Era increible comprobar el conocimiento que demostraban sobre nombres de deportistas españoles y sus gestas, desde Casillas a Nadal, pasando por Lorenzo o Contador. Un país que vive loco por un futbol al que apenas tienen acceso pero que les hace evadirse de su realidad.

Melat, Gare, Dani, Joale, Miguel y Abraham desconocen cuáles son sus edades reales y cuando se les pregunta responden con una horquilla de entre 3 y 3 años de diferencia. Cuentan que los padres de Dani murieron en un accidente de tráfico pero que ella lo ignora, haciéndole creer que trabajan muy lejos de Addis y que algún día volverán. Cuentan que el señor que ve la televisión es el malvado casero que les pide 200 birs mensuales por 1 habitación.

Los invitados nos sentamos en dos pequeños taburetes de madera, inestables por lo irregular del suelo, mientras que el resto, incluida la abuela (ataviada con el atuendo habitual de la mujer etíope, de tonos ocres y marrones, cubierta de pies a cabeza), se sientan en el suelo. La previa a la degustación del café, junto con la conversación, se ameniza con la degustación de simples palomitas de maiz, una vieja tradición del país. Antes de calentar el agua en un pequeño cazo, la abuela tostaba verdes granos de café sobre una pequeña lumbre. El aroma del café tostado impregnaba todo el patio y cuando el verde se tornó en marrón oscuro Dani vertió los granos en un mortero, trabajándolos con esmero hasta conseguir un fino polvo de café. Agua caliente disolviendo el café recien molido y dos ramas de incienso aromatizaron la infusión. Sólo bebimos los invitados. Un café delicioso que me mantuvo en vilo hasta las 2 de la madrugada.

Habiamos sido agasajados de acuerdo a la hospitalaria tradición etíope, lo que es todo un honor para un extraño. Larga vida, nos deseo la abuela, haciéndonos una ligera reverencia, deseo que hicimos recíproco a través de sus nietos, nuestros huéspedes en una humildísima casa. Nos acompañaron hasta la calle, donde volvieron a mantener la distancia con el hotel, mitad obligación, mitad miedo. Nos despedimos con un beso a todos ellos. See you tomorrow. Así fue, hasta aquella fria tarde-noche en la que una furgoneta blanca nos alejó, quien sabe si para siempre, físicamente de ellos, pero jamás de nuestros pensamientos. Larga vida y salud, chicos.

viernes, 18 de junio de 2010

La traición a Octavinsky.


Mientras caso 10 millones de españoles se apostaban frente al televisor viendo a la selección nacional de España de fútbol (ahora, eufemísticamente llamada "la roja"), servidor de ustedes se encontraba pasando consulta. El consultorio, refrigerado únicamente por un ventidor, podría ser perfectamente un decorado de "Cuéntame", aunque los miércoles por la tarde el abajo firmante tenga ganas, en ocasiones, de transformalo en el set de rodaje de "La matanza de Texas".

Suele pasar en esta jodida profesión que a) al abogado se le toma por el pito del sereno, b) al abogado no se le dice la verdad. Y así ocurrió cuando, hace más de año y medio, la doña de turno se sienta delante de la mesa de formica y me cuenta esa historia tantas veces repetida (la de la baja médica y la sorpresa del despido verbal al entregar uno de los partes médicos) que no tienes más remedio que creer para poder armar una demanda minimamente decente. Pero, oh sorpresa, el día del juicio aparecen documentos firmados de puño y letra de la trabajadora embustera que desmontan el chiringuito. Juicio perdido, recurso intentado y consecuente dada por saco del Tribunal Superior. A todo el trabajo y horas invertidas habrá que añadir, además, el esfuerzo de explicar la sentencia.

Y, asi, mientras un suizo negro le sacaba la lengua a la España que ya había ganado un Mundial sin jugarlo, la doña de turno me lanza a la cara que lo que ella pensaba es que su abogado "se había vendido a la empresa". Incrédulo le pedí que me lo repitiera y así lo hizo, reiterando que esa era su idea y que nadie se la iba a quitar. La bronca hacia ella fue momumental (ni se inmutó ante la mirada asustadiza de una niña de unos 8 años que le acompañaba) y la puse de patitas en la calle. Literalmente.

Porque la honestidad, la profesionalidad, la seriedad y la credibilidad es de lo que vivimos. Y nadie, absolutamente nadie, puede poner en cuestión eso sobre mi. Nadie. Ni lo justifico, ni lo consiento. A la puta calle y a otra cosa, mariposa.

La tarde había comenzado mal y, aplicando las leyes de Murphy, todo es susceptible de empeorar.

A Octavinsky le tengo un elemental respeto, pero una enorme simpatía personal. Es de esa minúscula casta de abogados que no lo son, sino que trabajan de. Un rayo de sol el nublado panorama de la mediocridad general en el que buscar calor cuando las horas pasan perdidas en el tanatorio de lo social. Con él, el día antes, había quedado que, por mis cojones, el tema que teníamos en común lo conciliariamos, simple y llanamente porque no hacerlo era un insulto al sentido común y a la inteligencia. Pero, claro, no se pueden pedir peras a un olmo, ni sentido común a los descerebrados. "Esto lo arreglamos, seguro. No lleves a tu gente y si hay problemas, suspendemos". Pacto entre caballeros.

La mañana en la que los periódicos deportivos se tiraban de los pelos por la derrota de la tarde anterior comparece el interesado acompañado, para sorpresa mía, de toda la panda de sujetos habituales que consideran que acompañando al "compañero-camarada" harán más fuerza y tendrán más razón. Algún día hablaré de la especie sindical, género de los gañanes. En fin, que se le explica la oferta de la empresa, se le hace una recomendación en orden a la dificultad del asunto ya que los argumentos de defensa "no cuelan". Ni acuerdo, ni suspensión. Aquí hemos venido a jugar y si nos llevamos la Ruperta, mala suerte, como decían en el "1, 2, 3".

"Sólo queremos que el abogado no se venda y no estoy seguro que no lo hagas", soltó, más o menos, el cabecilla de la gañanía, cmpareciente mientras marcaba en su móvil y mantenía una breve pero acalorada conversación con su interlocutor.

Di unos pasos, tragué saliva y descolgué el teléfono a 40 minutos de la vista. "Octavisnky....quiere celebrar. Lo siento." Un abogado acorralado por una encerrona que le impide aconsejar a su cliente lo mejor y más conveniente para sus intereses. Lo peor de cada casa convenciéndolo para llegar hasta el final: coomo jugar a la ruleta con dinero ajeno.

Con el paso de los minutos detecté tranquilidad y alguna que otra sonrisa cómplice por parte del cabecilla del grupeto. De enfado monumental y acusación velada de venta, a brazo sobre mis hombros. "Tengo que pedirte disculpas", me dijo. "Tranquilo, los nervios nos llevan a estas cosas", contesté en la creencia de que se disculpaba por la acusación. Tras un largo silencio y mirada clavada en mis pupilas, confesó la razón de su perdón: la airada conversación telefónica la había tenido a quien me paga, reclamándole que me apartara del caso por el simple hecho de haberle trasmitido una oferta de conciliación y mi recomendación respecto a ella. Hijo de puta. No le basta con jugar con el dinero de su "compañero-camarada", sino que además se atreve a jugar con la honorabilidad y la comida de un profesional. Al más puro estilo pinillesco, vaya.

Disculpas y más disculpas. Antes y después del juicio que nunca debió ser. Me sentía mal, no por el episodio gañan, sino por mi traición forzada por la encerrona hacia el compañero. "Lo siento, me encuentro mal por lo que está pasando", le confesé fuera de la vista del público. "Si estás mal por esto, olvídalo", respondió con mano a mi hombro derecho. Me juró por John Lennon (que estás en los cielos, santificado sea tu nombre) que no estaba molesto conmigo. Y a quienes juran por Dios hay que creerles a pies juntillas.

Cuatro horas más tarde recibí la llamada de una señora que buscaba un abogado "de los que no se venden". Váyase a la mierda, señora.

Apertura de juicio oral.

18 de junio de 2010. 22:37 en el reloj digital de la esquina inferior derecha de un diminuto portátil apoyado en un cojín sobre mis rodillas. Belén Esteban, como no, brama en la televisión hablando de asuntos sin ningún tipo de interés. Los niños duermen en su cuarto; Cris lo hace en el sofá desde hace 15 minutos.

Hace casi cuatro meses que se decretó el archivo provisional de este blog pero, como bien se ha dicho, se trataba de una situación provisional y, por tanto, susceptible de reapertura en el momento menos pensado. En estos casi 4 meses menos 6 días hay cosas que han cambiado y otras que no.

Tama ya no se limita a un vocabulario de 20 palabras, sino que es capaz de mantener una conversación fluida en un más que correcto español (o castellano). Sus rabietas han dejado de ser habituales y las ha sustituido por actividades como recortar papeles o pintarrajear un puñado de folios. Ya dice tener novia, pide ir a la Iglesia y habla de un tal Jesús: cosas de tenerlo en un colegio religioso. Hace muchos avances en eso de dormir solo en su cama durante toda la noche y en el colegio, compañeros, profesoras y cuidadoras, le guardan un evidente cariño.

Sisay, nuestro pequeño Gran Sisi, sigue creciendo, lo que hace que su ropa quede casi inutilizada de un mes a otro. Ha engordado y ha empezado a decir sus primeras palabras. Baila alegremente por toda la casa al ritmo de las nanas africanas que suenan en el equipo de música, repitiendo, a su manera, las palabras que escucha por los altavoces. La llantina previa a la entrada en la guardería se ha transformado en una altiva actitud de casi desprecio hacia el padre que lo lleva cada mañana, al que sustituye por la manada de crios que se apostan en la puerta para llamarlo a su entrada.

Nuestra vida familiar se ha estabilizado, aprendiendo a convivir en un orden caótico al que no estabamos acostumbrados tras 6 años de perfecto concierto. Ya los horarios no son un problema, ni las comidas, ni los sueños, ni las lágrimas.

Lo que no cambia. Los nervios, la tensión, los sinsabores, las decepciones, el aburrimiento, los enfados, el abismo hacia el infarto, las prisas, las horas perdidas.....derivadas de una profesión a la que, como ya he dicho varias veces, he empezado a tenerle manía. Funcionarios, de todo rango y condición incompetentes (salvos honrrosas excepciones), clientes cada vez más hostiles, abogados obstusos. Sin embargo, asumiendo que soy un inútil integral que no sabe hacer otra cosa, mi destino es vivir bajo la continua amargura de la abogacía hasta que llegue la edad de la jubilación.

Lizundia, al que le gusta buscarme las vueltas, me cuestiona una y otra vez acerca de la reapertura del blog. "Estoy como un toro en los toriles. Cuando me abran la puerta, no responderé de mis actos", me gusta decirle y se ríe. Y, si, he llegado a la conclusión (estúpida, lo sé) de que un espacio para escribir es una válvula de escape, para quedarse a gusto, liberar tensiones y favorecer el funcionamiento del sistema cardio-respiratorio.

Se levanta el archivo provisional, se retoman las actuaciones y se abre juicio oral contra los acontecimientos que surgan. Las partes vuelven a tener plazos, prorrogables eso si, para formular cuantas alegaciones consideren oportunas.