Las hojas del calendario van pasando inexorablemente camino del final del año. Ayer hizo nueve meses que adoptamos a nuestros hijos y la sensación temporal es difícil de definir: por una parte, da la impresión de que estos nueve meses han corrido más que andado, pero por otra parte parece como si ese tiempo fuese toda una vida de vivencias y sensaciones. Es muy confuso. Aún así, los días siguen pasando, con lo anodino de la calle y lo sensacional de la casa. Porque mientras que cada día entre los setenta metros cuadrados de infranqueable búnker familiar son distintos, con sus gritos, sus llantos, sus alegrías, sus juegos y aprendizajes, lo que ocurre tras sus muros es aburrido y monótono.
Mis visitas al tanatorio de lo social son cada vez más fugaces. Voy, espero, celebro y me voy. Ni camarillas, ni camaradas. Hoy, por ejemplo, con juicio a las 10:10, que se celebró a las 10:10 y duró la friolera de unos 30 segudos, llegué 5 minutos antes, celebré y con la misma me marché.
Y es que no me motiva ni siquiera contar lo de la abogada del otro día, a la que le dije que su interpretación de una sentencia era "torticera" y empezó a clamar contra la palabra, terminando su alegato diciendo que la había dicho "porque soy mujer y joven". Coño, además de fea, acomplejada. "No se preocupe, es que a Francisco no lo conoce; es muy vehemente", terció Su Señoría Ilustrísima. Se equivocó. No soy vehemente, tengo mucha mala leche.
Tampoco me motiva la historia de la otra, la que me dice antes de entrar a juicio en tono chuloputas "préparate para que te ponga la cara colorada" y como le tiro el chiringuito abajo antes de que empiece a hablar termina, tras el juicio, gritando como la loca delante del demandante "yo soy afiliada a tu sindicato (sic) pero hoy mismo me doy de baja, porque son unos gitanos sinvergüenzas". Seré sincero: no encontré argumentos para rebatirle el adjetivo calificativo.
Por no hablar de la consulta del lunes, donde la malagradecida que le debe dinero a un organismo público y a la que le llevo el tema con mero ánimo dilatorio a su favor, a la que le he ganado un año para que busque el dinero, tras ver la sentencia de la Sala que desestima finalmente, y con toda justicia, sus pretensiones dice que "me voy con la sensación de que no se ha hecho nada". Será cabrona la tía. Al abrirle la puerta, con una media sonrisa en la cara y justo antes de mandarla a tomar por culo mentalmente, le dije "Señora, recuerde una cosa: usted ha venido aquí buscando los servicios de un abogado, no de un milagrero."
A estas horas, los niños duermen (por fin) y Cris ve una serie en lo que lo mejor son los anuncios. Mañana, vuelta al apasionante mundo del derecho laboral. Seguiremos informando.
Mis visitas al tanatorio de lo social son cada vez más fugaces. Voy, espero, celebro y me voy. Ni camarillas, ni camaradas. Hoy, por ejemplo, con juicio a las 10:10, que se celebró a las 10:10 y duró la friolera de unos 30 segudos, llegué 5 minutos antes, celebré y con la misma me marché.
Y es que no me motiva ni siquiera contar lo de la abogada del otro día, a la que le dije que su interpretación de una sentencia era "torticera" y empezó a clamar contra la palabra, terminando su alegato diciendo que la había dicho "porque soy mujer y joven". Coño, además de fea, acomplejada. "No se preocupe, es que a Francisco no lo conoce; es muy vehemente", terció Su Señoría Ilustrísima. Se equivocó. No soy vehemente, tengo mucha mala leche.
Tampoco me motiva la historia de la otra, la que me dice antes de entrar a juicio en tono chuloputas "préparate para que te ponga la cara colorada" y como le tiro el chiringuito abajo antes de que empiece a hablar termina, tras el juicio, gritando como la loca delante del demandante "yo soy afiliada a tu sindicato (sic) pero hoy mismo me doy de baja, porque son unos gitanos sinvergüenzas". Seré sincero: no encontré argumentos para rebatirle el adjetivo calificativo.
Por no hablar de la consulta del lunes, donde la malagradecida que le debe dinero a un organismo público y a la que le llevo el tema con mero ánimo dilatorio a su favor, a la que le he ganado un año para que busque el dinero, tras ver la sentencia de la Sala que desestima finalmente, y con toda justicia, sus pretensiones dice que "me voy con la sensación de que no se ha hecho nada". Será cabrona la tía. Al abrirle la puerta, con una media sonrisa en la cara y justo antes de mandarla a tomar por culo mentalmente, le dije "Señora, recuerde una cosa: usted ha venido aquí buscando los servicios de un abogado, no de un milagrero."
A estas horas, los niños duermen (por fin) y Cris ve una serie en lo que lo mejor son los anuncios. Mañana, vuelta al apasionante mundo del derecho laboral. Seguiremos informando.
1 comentario:
¿No creería la compañera que la llamaste "tortillera" en vez de "torticera"? De otra forma, no logro entender que se sintiera ofendida, por cuanto todos los lawyers somos torticeros desde que juramos o prometemos.
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