Ayer tuve visita turística al nuevo palacio municipal de las injusticias de Santa Cruz de Tenerife. Lo recorrí de punta a cabo, con un funcionario haciendo de guía por las instalaciones. No perdí la oportunidad de conocer aquello por dentro después de tanta polémica suscitada en los últimos meses y la primera impresión no pudo ser más negativa. Si por algo se caracteriza el cubículo es porque, una vez dentro, a los cinco minutos ya se está deseando salir de allí.
Cuando entré, el segurita de la entrada me pidió el DNI. "¿Quiere mi DNI o mi carnet profesional?", le dije mientras sacaba ambos de la cartera. Me dejó entrar sin necesidad de enseñar ninguno. "Ya está, el abogado", me lanzó Lizundia con su ironía habitual cuando se lo conté al rato.
He de reconocer que las instalaciones, para celebrar juicios y para esperar las voces que nos llaman a entrar al matadero, son bastante dignas. Un pasillo largo y ancho, con asientos de plástico en ambos lados, son la antesala, nunca mejor dicho, a las salas de juicio, que son más pequeñas a las que estamos acostumbrados, pero que al menos parecen cómodas. salvo por el escalón que separa el estrado del público. Sin luz ni aire natural, la sensación que da el pasillo es el de estar en la sala de espera de un hospital.
Si por algo se caracteriza el local es por su casi total ausencia de luz y aire de la calle. Sólo los privilegiados que disfrutan de los ventanales de la entrada podrán ver vida. Los demás, funcionarios prietos en sus latas de sardina, sólo verán la luz cuando salgan a realizar uno de sus maratonianos desayunos. Y es que el espacio con el que cuentan los funcionarios para realizar su trabajo es mínimo, muchos de ellos trabajarán mirando hacia un armario o hacia una pared. y prácticamente sin contacto con el exterior. Auguro bajas médicas a mansalva en los próximos meses y maloshumores a destajo.
Los baños están en la entrada, a la izquierda, jalonados por un escalón en su interior, lo que impedirá que una persona minusválida pueda acceder a ellos. Por ello, supongo que la directora general de justicia o, en su defecto, directamente la viceconsejera los asistirán individualmente con una palangana y un rollo de papel higiénico porque si no, me dirán, como van a poder hacer uso de los servicios. Además, una vez dentro de la sala de espera, para poder ir al baño habrá que salir a la calle, subir una rampa de unos 10 metros, entrar por la puerta principal y pasar el control de seguridad. Vamos, que cómo alguien tenga una cagalera o a alguno le falle la próstata, se lo va a terminar haciendo por el camino. El Mercadona de las cercanías se va a poner las botas vendiendo pañales anti-pérdidas.
Además, y esa es otra peculiaridad, para acudir a un juicio no habrá que entrar por la puerta principal, sino por una trasera, una especie de puerta de servicio vigilada. De este modo, al menos, se evitará que la gente espere en medio de la Avenida 3 de Mayo su turno, al solajero chicharrero.
El local está mal distribuído, es ancho por unas partes e insultantemente estrecho por otros. Los despachos de jueces y secretarios, salvo alguna contada y privilegiada excepción, son una llamada a la sentencia desestimatoria. Las mesas están pegadas a los armarios, los expedientes ya se acumulan sobre mesas y suelos por la escasez de armarios. No se permite al funcionariado ninguna muestra de decoración personal, ni fotos, ni dibujitos de los niños, ni calendarios, ni leches. Ni siquiera las neveras que tiene en los juzgados porque, según les han dicho, "se rompe con la unidad estética" del lugar.
Lo odiaremos. Vaya que si lo odiaremos. El único que se va a poner las botas es el de bar que está por encima, al que se le ha acabado la crisis de sopetón.
4 comentarios:
Al de ese bar se le ha aparecido la Virgen de Candelaria, y a los dueños de Orly Vishna in person. Salu2.
Veo que vuelves a tratar a Lizundia como un ser atávico y atrabilario, debes saber que es bastante más divertido y simpatico que tú.
Ser más divertido y simpático que yo tampoco tiene gran mérito....
Cierto
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