martes, 3 de marzo de 2009

Una propuesta para un tiempo de crisis.

En estos tiempos de crisis se habla mucho de políticas sociales, de reformas laborales y de concertación social. Los sesudos economistas, los analistas políticos, empresarios y sindicalistas debaten sobre los métodos y políticas que debe articular el gobierno para parar la destrucción del empleo y fomentar el acceso del personal al mercado de trabajo. Hoy, un mes más, los datos del paro han sido apabullantes y colocan al país muy cerca de la barrera de los tres millones y medio de parados con previsiones de llegar a los cuatro millones a lo largo del 2009. La excusa de hoy ha sido que el número de parados se incrementa como consecuencia del mayor número de personas que desean acceder por primera vez al empleo. O sea, que al existir mayor población activa, hay mayor desempleo, lo cual representa una falacia de calibre mayor teniendo en cuenta que, al menos en los últimos 15 años, la población activa del país ha crecido anualmente, bien como consecuencia de cuestiones meramente demográficas, bien como consecuencia de la llegada de inmigrantes.

Los sindicatos, calladitos. No hay a quien hacerle esa huelga general salvaje que ya hubiesen hecho si el gobierno tuviese otro color. El gobierno, improvisando medidas con un éxito más bien dudoso (léase Plan E). Y los empresarios pidiendo una mayor flexibilidad del mercado de trabajo, un término completamente abstracto que termina concluyendo en una solicitud del abaratamiento del despido. Parémonos un segundo aquí.

Vivimos en un pais donde el despido es prácticamente libre. Basta con que el empresario abone la indemnización legal correspondiente para que, sin causa real de despido, el trabajador termine en la cola del paro. ¿Es abaratar el despido la solución a los problemas de empleo? ¿abaratar el despido favorecería la contratación? ¿eso es "flexibilizar" el mercado de trabajo? La respuesta a todas estas respuestas es no. De hecho, ¿qué es "flexibilizar", qué es ese cajón de sastre?

Abaratar el despido significaría flexibilizar el despido, facilitarlo, hacerlo más accesible al empresario y, por ende, incrementar la posibilidad de que más trabajadores por menos dinero pierdan su trabajo. Abaratar el despido no facilita la creación de empleo: facilicita la destrucción del mismo. Y ahora mismo, en un país que pierde más de 150.000 empleos mensuales, en el que la coyuntura económica impide que se cree empleo con fluidez, la prioridad de cualquier administración responsable es, primero, garantizar que quien tiene empleo hoy no lo pierda mañana. Primero, frenar la destrucción de empleo. Luego, empezar a favorecer al empresario para que cree empleo. Evidentemente, no se frena la destrucción del empleo haciendo que el despido sea más barato.

Por tanto, en estos tiempos de crisis y de necesidad, yo abogo por una medida contraria a la que piden los empresarios y que los sindicatos no se atreven ni a mentar de soslayo: encarecer el despido (tanto el disciplinario, como el objetivo -individual y colectivo-) a cambio de otras contraprestaciones (rebajas en las cotizaciones sociales, no soportar sino un número limitado de salarios de tramitación en caso de despido litigioso, rebajas en el impuesto de sociedades y en el IRPF de los autónomos, acceso a créditos blandos, entre otras). De este modo, aquel empresario que aprovechando una mala coyuntura (sea cierta o no, que de todo hay) quiera prescindir de sus empleados (que son los que producen y los que, por tanto, hacen que la empresa funcione, que tenga ingresos y que se garanticen sus puestos de trabajo) se lo pensará dos veces.

Resulta lógico que los críticos a esta medida, aquellos que abogan por el abaratamiento del despido, dirán que no se puede obligar al empresario a mantener puestos de trabajo improductivos a cuenta del empobrecimiento de sus empresas, pero también deben tener en cuenta que durante la época de las vacas gordas la mayoría no reinvirtieron sus ganancias de forma rentable, lo cual deriva, en parte, en la situación que viven en la actualidad. En todo caso, ese esfuerzo que se le impondría al empresario le podría ser compensado con otras medidas como las comentadas antes.

Es una opinión, un intento de proponer soluciones y de generar debate. A grandes males, grandes remedios.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si que sirva de precedente, totalmente de acuerdo.

Si es que al final el espíritu sindicalista puro estaba ahí dentro, c...

el escritor escondido dijo...

Se acabaron los viernes del constructor: almuerzo, copas, puros y putas. Salu2.

Anónimo dijo...

Hola

Anónimo dijo...

Te noto bastante rojo.
¿Tienes fiebre?
De todas formas tienes razón