"A San Villa pedimos por ser nuestro goleador, nos guie en el partido y nos de su bendición. ¡Viva San Villa! ¡Gora San Villa!". Bajo una foto fotocopiada del goleador asturiano celebrando un gol con la camiseta de España, ésta era la oración que podía leerse en la puerta de la sala de vistas número cuatro del Tanatorio de lo social ante la sonrisa del personal. "¿Y esto?", pregunté incrédulo a uno de los funcionarios que pasaban por allí. "El jefe", me contestó. Y es que, hasta debajo de la toga, podría haberse vestido "la roja" durante todo el día de hoy.
La última vez que alguien portó una bandera rojigualda por Santa Cruz, según recuerdo leer en la prensa, fue hace un par de años, por la Avenida Marítima y tras un mitin del PP. El resultado, una somanta de ostias recibidas por los porteadores con el posterior escándalo político-ideológico posterior.
A las 18:15 de la tarde semifinalista cerré el chiringuito de las consultas. Ya había avisado: yo soy de los que me concentro, al menos, media hora antes del partido, así que hoy rapidito, que el abogado tiene cosas más importantes que hacer que aguantarle el rollo, señora. Nada más salir del garaje, por delante de las Casas Amarillas veo al primer sujeto llevando al hombro la enseña nacional. Y prometo que nadie iba detrás de él con ánimo de partirle el palo en la crisma. Muchos bares lucían su bandera de España en la puerta, los taxis, los balcones, el carrito de la Calle del Pilar....todos con banderas, eso si, llenas de marcas de dobleces, cosas de tenerlas dobladas en la gaveta y sacarlas sólo cada dos o cuatro años. A la altura de la Plaza del Príncipe la exaltación patria alcanzaba su máxima expresión, con gente de toda edad y condición vistiendo de rojo y amarillo.
Ni que decir tiene que al 90% delos abanderados España, como nación, como estado, como país, se las trae floja. Llevaban la bandera anudada como quien se pone la camiseta de su equipo favorito antes de una final No puede hablarse de patriotismo sino de novelería futbolera, ni más ni menos. No es una ola de españolidad a la que subirse. Esto no es USA, ni Francia, ni Alemania, ni Italia...donde la gente se siente orgullosa de ser de un país y no tiene reparos en demostrarlo. Esto es España, donde pasear una bandera es cosa de fachas, del bando nacional, de españolistas opresores, de los del PP.
De todos modos, la de hoy se recordará como la tarde en la que Santa Cruz, a pesar de su alcalde, a pesar del director de El Dia y a pesar de los cuatro apestados marginales que más que nacional-independentistas son anti-españolistas, parecía de verdad una capital española. Y aún queda el domingo. A más de uno le van a salir ronchas.
La última vez que alguien portó una bandera rojigualda por Santa Cruz, según recuerdo leer en la prensa, fue hace un par de años, por la Avenida Marítima y tras un mitin del PP. El resultado, una somanta de ostias recibidas por los porteadores con el posterior escándalo político-ideológico posterior.
A las 18:15 de la tarde semifinalista cerré el chiringuito de las consultas. Ya había avisado: yo soy de los que me concentro, al menos, media hora antes del partido, así que hoy rapidito, que el abogado tiene cosas más importantes que hacer que aguantarle el rollo, señora. Nada más salir del garaje, por delante de las Casas Amarillas veo al primer sujeto llevando al hombro la enseña nacional. Y prometo que nadie iba detrás de él con ánimo de partirle el palo en la crisma. Muchos bares lucían su bandera de España en la puerta, los taxis, los balcones, el carrito de la Calle del Pilar....todos con banderas, eso si, llenas de marcas de dobleces, cosas de tenerlas dobladas en la gaveta y sacarlas sólo cada dos o cuatro años. A la altura de la Plaza del Príncipe la exaltación patria alcanzaba su máxima expresión, con gente de toda edad y condición vistiendo de rojo y amarillo.
Ni que decir tiene que al 90% delos abanderados España, como nación, como estado, como país, se las trae floja. Llevaban la bandera anudada como quien se pone la camiseta de su equipo favorito antes de una final No puede hablarse de patriotismo sino de novelería futbolera, ni más ni menos. No es una ola de españolidad a la que subirse. Esto no es USA, ni Francia, ni Alemania, ni Italia...donde la gente se siente orgullosa de ser de un país y no tiene reparos en demostrarlo. Esto es España, donde pasear una bandera es cosa de fachas, del bando nacional, de españolistas opresores, de los del PP.
De todos modos, la de hoy se recordará como la tarde en la que Santa Cruz, a pesar de su alcalde, a pesar del director de El Dia y a pesar de los cuatro apestados marginales que más que nacional-independentistas son anti-españolistas, parecía de verdad una capital española. Y aún queda el domingo. A más de uno le van a salir ronchas.
1 comentario:
Ronchas rojas con pus amarilla...
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