La intensidad del devenir diario muchas veces no lo marca la agenda. Aún más, me atrevería a decir que afortunadamente es así. Hoy era un día administrativamente tranquilo: un juicio a media mañana, celebrado con extrañísima puntualidad, y viaje vespertino a Playa de Las Américas, como todos los lunes. Cuando me dieron a elegir, hace unos años, el día de la semana en la que debía ir al sur lo tuve claro: el lunes, a principio de semana, para olvidarlo rápido. ¿He dicho alguna vez lo que odio la autopista? Creo que si.
A quince minutos del inicio del juicio (si no es estrictamente necesario llego con el tiempo justo para evitar coñazos a los que darles conversa) había tan poco público en el tanatorio que de los apenas 15 números presentes, 4 eran de mi cuerda. S. y C., aún cuando pertenecen al "lado oscuro" son afines a mi causa, al igual que G., ausente. También andaban por allí B. y A. (conocido en algunos círculos como John Austin), algo más que simples compañeros de pasillos, de cenas y cervezas. S. no se encontraba bien: demasiada presión laboral que le estaba afectando a la tensión arterial, que creía disparada, lo que le hacía tener una tez pálida y hasta preocupante. "Oye, que si te encuentras mal suspendemos esto y listo, eh", le dije, pero él, profesional, dijo estar en condiciones de celebrar. Y así ocurrió. Eso si, celebramos ante la presencia en los bancos de atrás de la sala de B., C. y A., enfermeros de ocasión y hasta sepultureros si hubiese sido necesario. 14 minutos de juicio más tarde, la brigada jurídico-sanitaria se desplazó en comandita hasta la farmacia más cercana acompañando al aún convaleciente, aprovechando la mayoría absoluta de sus miembros para tomarse la tensión y luego, como los jubilados en un ambulatorio, comparar y discutir resultados (que si yo la tengo más alta, que si yo tengo más colesterol, que si mi nivel de azúcar es superior al tuyo....).
Posteriormente, los miembros de la Brigada de la Avenida 3 de Mayo se desplazaron a la cafetería de guardia para reponer fuerzas durante un buen rato, contando anécdotas y algún que otro chiste. Minutos más tarde, la brigada se autodeclaró disuelta y se dispersó cada cual por su lado.
Al rato, ya en el travía, recibí la noticia de que tendría que pasar consultas en el sur en un local en el que el techo, literalmente, se había venido abajo. La inundación de días atrás había reblancedido el yeso y el calor terminó por hacer el resto del trabajo. Las placas rotas, destrozadas, amontonadas en el suelo, sobre la mesa, las sillas, hierros doblados, polvo por todos lados. Entrada por la puerta de atrás, sala de espera provisional en condiciones mínimas para un servicio presuntamente serio. Si alguien piensa que la profesión de abogado no puede devaluarse más, está equivocado. Y yo deseando que la Brigada Jurídico-Sanitaria recogiera mis restos sepultados debajo de aquella ruina.
1 comentario:
Mira a ver si me mandas a esa brigada para que me lleven en volandas hasta las vacaciones. No puedo más. Salu2
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