Lo que se presentaba como una representación de abogados laboralistas en la Junta del Colegio de Abogados terminó con una performance en solitario de servidor, apoyado por la inestimable ayuda de Alicia. Los demás convocantes, debido a cuestiones laborales, se quedaron en la estacada. Allí estaba yo, participando de un congreso a la búlgara, dónde las cuentas para 2009 se aprobaron por la unanimidad de los 20ytantos asistentes y donde no se explicó cómo acaba el ejercicio de 2008. De ahí a los ruegos y preguntas.
Tras el apasionante debate sobre si los procuradores del turno de oficio deben o no fotocopiar las actuaciones a los abogados de oficio y la solicitud al Colegio de que se organice una conferencia o similar que explique a los letrados cuáles son las funciones de la "Procura", al verme solo y en parte comprometido, no me quedó más huevos que levantar la mano y pedir la palabra. Me levanté y largué el discurso conocido sobre lo mal que está la jurisdicción social y lo mal que va a estar el día que tengamos nuestra pseudo oficina de trabajo, al menos durante horas, a la intemperie de la aún llamada Avenida 3 de Mayo.
Y, haciendo mía la expresión del entrenador del Sporting de Gijón, Manolo Preciado, hace unas semanas, me he ido con la sensación de que somos la última mierda que cagó Pilatos. La respuesta del Decano a nuestras (mías y de Alicia) plegarias se ciñeron al uso de la ironía. A saber:
a) Qué suerte tenemos por tener la carga de juicios diarios y semanales que soportamos. Un imbécil con cara de mequetefre tuvo, incluso, la desfachatez de mirar para atrás para lanzarme un "pues que suerte, aquí los discriminados somos los demás". Ni que decir tiene que el imbécil debe ser de esos abogaduchos que debe vivir exclusivamente de la sopa boba del turno de oficio, un frustrado sin oficio ni beneficio.
b) Si el local vale 150 millones de pesetas al año, "tan malo no debe ser".
c) En lugar de quejarnos, propongamos alternativas tales como buscar nosotros un local que se ajuste a las necesidades de la jurisdicción. Evidentemente contesté que a mi no me pagan por buscarle un local al Gobierno de Canarias. A lo mejor, si me llevara comisión, me lo pensaba y todo.
c) La Administración, con la que nos llevamos muy bien, nos ha asegurado que el local es una maravilla, que van a colocar una marquesina y que contará con una sala de espera de, agárrense, 300 metros cuadrados.
Evidentemente, porque va a haber una sala de 300 m2 van a instalar una marquesina, toldo o como puñetas quieran llamarlo, en el exterior.
d) Aunque la prensa se haya hecho eco de la noticia del traslado y de sus consecuencias, la prensa dice muchas cosas y muchas mentiras, así que mejor no creérsela. Lo dice quien se ha hecho un publireportaje en el Diario de Avisos hace unas semanas para loarse a si mismo. Esa prensa, esa parte de los medios, si es creíble.
El uso poco inteligente y, sobre todo, no respetuoso del Decano hace que me piense si no merece la pena darse de baja en este Colegio y darse de alta en otro más barato y que vele más por nuestros derechos e intereses.
Hoy, más que nunca, me ha dado vergüenza estar inscrito en el Ilustre Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife. Me he sentido tratado como al pito del sereno.
El amor incomprensible.
Al salir del edificio El Cabo más caliente que el cenicero de un bingo, me encontré a Agustín a la salida, que pasaba por allí, y a la vista de que servidor no tenía planes, ni comida en la nevera, para este viernes, decidí colgarle de él para ir al Cóctel de Abogados. Como dijo uno por allí, había que amortizar la cuota bimensual, aunque fuera con un par de coca colas, una copa de vino y una jartada de tortilla. Jódanse, cabrones, comí más tortilla de la que un ser humano es capaz de ingerir.
Durante el ágape, lleno de trajes, corbatas, alguna en trajede fiesta y cabezas de buñuelo (gracias por el concepto, Jose), Lizundia no hizo más que psicoanalizarme en público y mostrar sus resultados científicos a todo el que pasaba por allí. No puedo molestarme: estoy acostumbrado y e'disfruta como un niño chico con el asunto. Lo de él hacia mí, según su teoría, es un amor/amistad incomprensible: además de lo complejo que le parezco, no saluda a nadie de mi familia y/o de mis amigos íntimos (sic). Las flechas de Cupido, le dije, que son así de caprichosas. Menos mal, al menos, que entre tanto vacío cerebral, los que no me esperaba encontrar hicieron acto de presencia y se pudo charlar amigablemente. La burguesía (alguna barata) y la república mezclados en el ambiente supersofisticado del Club Oliver, con sus camareras vestidas de Gracita Morales y todo.
Otras historias.
Déjamos al Juez cesante en 3 de Mayo, rumbo de su casa, a la de ahora y a la que estará en el futuro. Vino sin hacer ruido y se ha ido así. Nos dimos un abrazo en nuestra despedida y nos deseamos mutuamente suerte.
Antes, el coche parecía un Fiat 500 de película italiana de los 60, de esos que partían hasta los topes con la familia y los equipajes de vacaciones. 3 hombres apretujados en los estrechos asientos traseros y un conductor que no paraba de hablar (y vuelta con el psicoanálisis).
El Cóctel de los abogados, con sus gambas y su tortilla, es un tostón. Es un muermo de formalidades, de individuos poco intersante presumiendo a ver quién la tiene más larga, copas entre puñales (gracias de nuevo por el concepto). 25.000 euros de gastos, por cierto, según los presupuestos del Colegio.Menos mal que en aquel desierto encontramos un oasis.
Tras el apasionante debate sobre si los procuradores del turno de oficio deben o no fotocopiar las actuaciones a los abogados de oficio y la solicitud al Colegio de que se organice una conferencia o similar que explique a los letrados cuáles son las funciones de la "Procura", al verme solo y en parte comprometido, no me quedó más huevos que levantar la mano y pedir la palabra. Me levanté y largué el discurso conocido sobre lo mal que está la jurisdicción social y lo mal que va a estar el día que tengamos nuestra pseudo oficina de trabajo, al menos durante horas, a la intemperie de la aún llamada Avenida 3 de Mayo.
Y, haciendo mía la expresión del entrenador del Sporting de Gijón, Manolo Preciado, hace unas semanas, me he ido con la sensación de que somos la última mierda que cagó Pilatos. La respuesta del Decano a nuestras (mías y de Alicia) plegarias se ciñeron al uso de la ironía. A saber:
a) Qué suerte tenemos por tener la carga de juicios diarios y semanales que soportamos. Un imbécil con cara de mequetefre tuvo, incluso, la desfachatez de mirar para atrás para lanzarme un "pues que suerte, aquí los discriminados somos los demás". Ni que decir tiene que el imbécil debe ser de esos abogaduchos que debe vivir exclusivamente de la sopa boba del turno de oficio, un frustrado sin oficio ni beneficio.
b) Si el local vale 150 millones de pesetas al año, "tan malo no debe ser".
c) En lugar de quejarnos, propongamos alternativas tales como buscar nosotros un local que se ajuste a las necesidades de la jurisdicción. Evidentemente contesté que a mi no me pagan por buscarle un local al Gobierno de Canarias. A lo mejor, si me llevara comisión, me lo pensaba y todo.
c) La Administración, con la que nos llevamos muy bien, nos ha asegurado que el local es una maravilla, que van a colocar una marquesina y que contará con una sala de espera de, agárrense, 300 metros cuadrados.
Evidentemente, porque va a haber una sala de 300 m2 van a instalar una marquesina, toldo o como puñetas quieran llamarlo, en el exterior.
d) Aunque la prensa se haya hecho eco de la noticia del traslado y de sus consecuencias, la prensa dice muchas cosas y muchas mentiras, así que mejor no creérsela. Lo dice quien se ha hecho un publireportaje en el Diario de Avisos hace unas semanas para loarse a si mismo. Esa prensa, esa parte de los medios, si es creíble.
El uso poco inteligente y, sobre todo, no respetuoso del Decano hace que me piense si no merece la pena darse de baja en este Colegio y darse de alta en otro más barato y que vele más por nuestros derechos e intereses.
Hoy, más que nunca, me ha dado vergüenza estar inscrito en el Ilustre Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife. Me he sentido tratado como al pito del sereno.
El amor incomprensible.
Al salir del edificio El Cabo más caliente que el cenicero de un bingo, me encontré a Agustín a la salida, que pasaba por allí, y a la vista de que servidor no tenía planes, ni comida en la nevera, para este viernes, decidí colgarle de él para ir al Cóctel de Abogados. Como dijo uno por allí, había que amortizar la cuota bimensual, aunque fuera con un par de coca colas, una copa de vino y una jartada de tortilla. Jódanse, cabrones, comí más tortilla de la que un ser humano es capaz de ingerir.
Durante el ágape, lleno de trajes, corbatas, alguna en trajede fiesta y cabezas de buñuelo (gracias por el concepto, Jose), Lizundia no hizo más que psicoanalizarme en público y mostrar sus resultados científicos a todo el que pasaba por allí. No puedo molestarme: estoy acostumbrado y e'disfruta como un niño chico con el asunto. Lo de él hacia mí, según su teoría, es un amor/amistad incomprensible: además de lo complejo que le parezco, no saluda a nadie de mi familia y/o de mis amigos íntimos (sic). Las flechas de Cupido, le dije, que son así de caprichosas. Menos mal, al menos, que entre tanto vacío cerebral, los que no me esperaba encontrar hicieron acto de presencia y se pudo charlar amigablemente. La burguesía (alguna barata) y la república mezclados en el ambiente supersofisticado del Club Oliver, con sus camareras vestidas de Gracita Morales y todo.
Otras historias.
Déjamos al Juez cesante en 3 de Mayo, rumbo de su casa, a la de ahora y a la que estará en el futuro. Vino sin hacer ruido y se ha ido así. Nos dimos un abrazo en nuestra despedida y nos deseamos mutuamente suerte.
Antes, el coche parecía un Fiat 500 de película italiana de los 60, de esos que partían hasta los topes con la familia y los equipajes de vacaciones. 3 hombres apretujados en los estrechos asientos traseros y un conductor que no paraba de hablar (y vuelta con el psicoanálisis).
El Cóctel de los abogados, con sus gambas y su tortilla, es un tostón. Es un muermo de formalidades, de individuos poco intersante presumiendo a ver quién la tiene más larga, copas entre puñales (gracias de nuevo por el concepto). 25.000 euros de gastos, por cierto, según los presupuestos del Colegio.Menos mal que en aquel desierto encontramos un oasis.
3 comentarios:
Lo del Cóctel del Colegio de Abogados en Navidad, es como la Cayetanada, pero más fashion y sofisticado, siempre la misma historia, y siempre los mismos invitados (alguna nueva adquisición siempre hay)…. Se me olvidó comentártelo, perdona. Pero espero disfrutaras de la tortilla y de los jardines. Lo de que el Colegio va a su propio interés, y que desde luego no es el de sus Colegiados, es público y notorio (Recordemos el último escándalo por despedir a una empleada porque quería ser madre, cómo se le ocurre a la buena mujer!). Que el resto de abogados así como la propia directiva del Colegio, vean a los Laboralistas, y Juzgados de lo Social como “Heces ensartadas en brochetas”, es natural son EMPRESARIOS, si no respectan ni los derechos de su pobres pasantes a los que tienen haciendo un Master durante años, perdonándoles la vida, esperando gratitud eterna por su gran benevolencia al dejarlos trabajar y aprender de sus Grandes Majestades, que se puede esperar? Recomiendo hacer más ruido, mucho más, Ideas?
Yo, a pesar de los pesares, me lo pasé bien. Cuando volví a casa me comí un bocata de jamón y queso. Mucho puñal pero poca chicha. Felices pascuas.
Ojito, que a pesar de ser un tostón, me reí con ustedes todo lo que quise y más. Me salvó la compañía y eso hizo que me lo pasara muy bien.
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