jueves, 13 de agosto de 2009

Hacer un "lizun".


Esta mañana me levanté temprano para lo que se estila cuando uno está de vacaciones. Lo normal es que el sujeto vacacional se levante de la cama tarde, recuperando eso que llaman sueño atrasado, pero como tampoco he sido de grandes madrugones durante el curso acabado, puedo permitirme el lujo de no vegetar en la cama durante muchas horas.Los fines de semana, sin embargo, ya es otra cosa.

A las diez y media de la mañana ya había terminado las labores del hogar que toca hacer cuando uno tiene que asumir el rol de amo de casa en situación de Rodríguez a tiempo parcial y cuando he mirado el reloj de la cocina me he preguntado qué hacer hasta la hora de la comida. A esa hora decidí ponerme un pantalón corto, una camiseta de deporte y hacerme un "lizun".

En casa hemos hecho habitual el uso del término "hacerse un lizun" para definir la acción de ponerse a caminar durante larguísimos ratos y distancias. Si encima luego lo cuentas, el "lizun" está completo. Quien da nombre al término (no creo que nunca te hayan hecho un homenaje de este calibre) ya sabe a qué me refiero. Hacerse un "lizun" también podría servir para definir la acción de meterse 175 largos de piscina olímpica mientras se ve amanecer, pero uno no tiene ese punto de masoquismo antropológico.

Salí de casa con el objetivo claro: partiendo desde mi casa hasta llegar al Alcampo que está en Guajara. Según el google maps, prácticamente 5 kilometros a pie de ida y otros 5 de vuelta. En 35 minutos bajé de San Benito hasta La Milagrosa, de ahí hasta la rotonda de salida en Lora y Tamayo y Camino de San Bartolomé de Geneto hasta el centro comercial. Por el camino, sólo coches (uno hasta me saludó, respondí amablemente y me pregunté durante algunos metros quién coño sería), mucho piche y un sinfín de chalets adosados de colores. Tras comprar dos tonterías y visualizar a la fauna autóctona que pululaba arrastrando carros verdes de plásticos cargados hasta los topes por el lugar, mismo camino de vuelta. Eso si, cuesta arriba, los 35 minutos de ida se transformaron en casi 50 de vuelta.

Esta tarde he tenido que preguntar qué día de la semana era, porque ha sido quitarme el reloj de la muñeca y perder la noción del tiempo, al menos del tiempo semanal. Para que luego digan que el trabajo dignifica...

1 comentario:

eclair dijo...

Arcipreste, me dice lizundia que has pìllado el concepto de las caminatas perfiéricas: su espíritu, su falta de objetivos o en todo caso muy menores, su naturaleza imprevista, la transformación de un hecho rutinario en una épica suburbial, la ausencia de visión de una meta luminosa sino el acontecer de la mirada vaga pero aún así inquisitiva...
¿Quiénes somos (el Topo también lo experimentó)? Los nuevos vagabundos del Dharma.