jueves, 4 de febrero de 2010

Tesfu.

Cuando nos recogió en el Aeropuerto de Bole lo primero que me llamó la atención fue su acento. Hablaba un perfecto españo con sospechoso acento cubano. Será que trata mucho con españoles y ha aprendido el idioma, pensé en un inicio, hasta que pasados un par de días me dijo que había pasado 15 años en Cuba, a donde el gobierno etíope de los años 60-70 enviaba a los jóvenes a estudiar, como ya hacían países como Angola. "Ya tu sabes", repetía como coletilla pegadiza.

De edad indeterminada (sobre los cuarenta nipocosnimuchos), apenas 1,70 de estatura y complexión escuálida, con un bigotillo coronando su labio superior, Ray-bans colgadas de la camisa y reloj dorado importado directamente desde Tenerife gracias a una pareja adoptante, Tesfu era nuestro hombre en Etiopía.

Tesfu, Tesfo, Tusfu y hasta Teflón, como le llamábamos, es el empleado de una ONG española en Addis Abeba, pero a la vez un buscavidas, condición sólo entendible por la situación de un país arruinado y un prolongado paso por la isla caribeña. Traductor, tramitador, guía turístico, guía de compras, recadero,mediador mercantil, chico para todo....aquel hombre siempre metido en el mismo polo Lacoste y el mismo pantalón de pana daba la sensación de que no hacía nada sin sacar un provecho económico para él y para los de su cuadrilla.

La furgoneta blanca que nos traía y nos llevaba, de la que ya he escrito antes, era conducida por un sujeto de su máxima confianza al que había que pagarle como extra cualquier salida, necesaria o no. Una foto de carnet, una salida, 10 birs. La llegada del menor desde orfanatos del sur, 50 euros por menor. Cruzar la ciudad para hacer una compra, 20 euros. Las compras de souvenirs, en una especie de calle-avenida con tres o cuatro tiendas en uno de sus márgenes, siempre se hacían en la misma tienda, donde el conductor aparcaba convenientemente y Tesfu charlaba amigablemente con los vendedores. Las excursiones, para quienes optaban por hacerlas, al mismo parque nacional, con parada en el mismo restaurante y en la misma tienda. Alojamiento, con llegada nocturna, alevosa y premeditada, en un hotel insalubre sin aparente conocimiento de la ONG para la que trabaja. Intermediario en el cambio de moneda en el mercado negro a un precio inferior al precio oficial.

Todo lo que hace Tesfu huele a comisión, a reparto del botín con sus secuaces. En el fondo no se lo reprocho. En un país como Etiopía, en un caos como Addis Abeba, quien no tenga alma de bucanero tiene muy dificil vivir. Y allí, en aquellas condiciones, lo más importante es sobrevivir.

Tesfu, con sus pantalones de pana oscuros y su rebeca de lana, su teléfono móvil siempre disponible y su predisposición, a pesar de todo, era nuestro apendice en tierras extrañas.

2 comentarios:

eclair dijo...

Magníficas crónicas, da gusto leerlas. Sólo un reproche: ya estábamos hechos a ADDIS, habíamos adquirido esa intimidad vecindaria para siempre, no vengas ahora a administrativizar su nombre para iniciados.

JOSE Y GEMA dijo...

Hola da gusto leer lo que escribies sobre Addis,nosotros somos una familia que esta esperando adoptar en Etiopia, estamos siempre pendiente de vuestro blog, y ahora que nosotros tenemos el nuestro os mandamos la dirección, un cordial saludo...http://mybloggerinlove.blogspot.com/

un saludo JOSE Y GEMA
DESDE BADAJOZ