He colocado en este cuaderno de notas un contador de visitas, no sin gran esfuerzo por mi parte ya que mis conocimientos de informática, incluso a nivel usuario, son bastantes limitados. Llegar a instalar un chisme de estos en esta página supone para mí un gran logro porque lo he intentado en otras páginas y lugares y nunca llegué a completar la tarea con éxito.
Evidentemente, el número de visitas de esto que lees ahora, estimado visitante, es ridículo. Descontando las visitas que puedo hacerme yo mismo para comprobar si hay algún comentario a alguna de las “reflexiones prácticamente sin interés” que comparto de vez en cuando, las visitas no pasan de apenas media docena diarias en los buenos días.
Esta mañana, revisando el contador, he descubierto dos datos que no se si calificar como curiosos o como absurdos. El primero, hay visitantes del Reino Unido: ¿quién en su sano juicio entraría desde la “Pérfida Albión” a una web como ésta? El segundo, hay entradas realizadas desde un servidor del INEM.
Instituto Nacional de Empleo, servicio reducido a un mero organismo pagador de prestaciones. En casa nunca se vivió del INEM. En la larga vida laboral del padre de familia no hay ni un solo día dedicado al santo patrón de los desocupados y desempleados. Pintó paredes, se colgó a ventanas desde escaleras imposibles, vendió libros, repartió tabaco, vendió rifas ilegales, lavo platos en campings y restaurantes, inicio negocios… pero nunca cobró el paro. Siempre lo he dicho y lo mantendré: mi padre es mi ídolo.
El INEM pertenece a tres colectivos: ese mayor de 40 años que queda en la calle después de darlo todo (o casi todo) por su empresa y que es despreciado por su edad, cual estrella de Hollywood a la que cuando le aparecen las primeras arrugas se le posterga a las teleseries; aquel que por su falta de preparación (profesional o académica) pulula entre cientos de puestos de trabajo y cuya vida laboral no cabría resumida en un rollo de papel higiénico extra largo; y aquel que hace del INEM su reino y su forma de vida, el que logra trabajar un año y “disfrutar” del paro durante unos meses mientras hacen sus “cancamitos” y así sucesivamente. No es leyenda urbana, los hay y yo conozco a alguno.
Pues eso, visitante del INEM, gracias por visitarme entre resolución y resolución.
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