sábado, 9 de enero de 2010

The Lion's Den Hotel

A las 3 de la madrugada, hora local, tocaba suelo etiope en vuelo de Turkish Airlines con origen Estambul. Una noche despejada y agradable para concluir nueve horas de vuelo desde Madrid, sólo interrumpidos por un brevísimo (apenas 5 minutos) paso por el aeropuerto turco, donde nos esperaban para el trasbordo.

Lo primero que sorprende del Aeropuerto Internacional de Bole, Addis Abeba, es que te puedes encontrar con gente fumando en su interior. Evidentemente, las medidas anti-tabaco europeas y norteamericanas no han llegado al cuerno de África y cada cual despacha su cigarro donde le viene en gana. A partir de ese momento, cualquier cosa no deja de sorprender. La oficina de expedición de visados, con dos hombres tramitando la documentación a mano, con un bolígrafo y un papel de calco como únicas herramientas de trabajo; las cientos de maletas y/o bultos sin dueño desperdigados por una destartalada terminal de llegadas, perdidas como si nadie las hubiese reclamado desde hace meses, junto con otro grupo de maletas embutidas en un cuarto acristalado; docenas de personas durmiendo en el suelo de un aeropuerto al que, para entrar sin intenciones de viajar, hay que pagar al cambio unos 25 céntimos de euro; los escaners sin apenas vigilancia en la puerta de salida de la zona de recogida de maletas, con más aspecto de no funcionar que de hacerlo correctamente; el ordenador prehistórico, un aparato de colección vintage, del empleado del departamento de equipajes perdidos, con su impresora de agujas y su papel continuo.

En las afueras nos esperaba una furgoneta blanca con miles de kilómetros encima, mientras lugareños desesperados se apresuraban a ayudarnos a meter las maletas dentro de ella a cambio de un puñado de birrs, la moneda local. En aquella furgoneta, de amortiguadores saltarines y pequeñas pegatinas de vírgenes en sus cristales nos dirigieron al hotel.

Apenas 10 minutos de carretera urbana, cerca de las 4 de la madrugada, para darse cuenta que conducir en Addis Abeba es jugarse el pescuezo en cada rotonda. De repente, giro a la derecha, camino de tierra. Giro a la izquierda, valla cerrada, Mercedes Benz en la puerta que da media vuelta y se marcha. Se abre la verja, cartel anunciador: The Lion's den Hotel. Hotel La Leonera. Revelador.

El aspecto del lugar no podía ser más desolador. Mientras que las noticias era que nos alojariamos en un hotel que, al menos por internet, tenía la condición de más que decente, de repente, cansados, con 60 kilos de bultos a cuesta, nos abren la puerta de una recepción minúscula, apenas un escritorio. La llave unida a un pomo de madera nos conduce hacia un cuarto piso sin ascensor através de una estrecha escalera. El empleado del hotel, acostumbrado a cargar peso a sus espaldas con la exigencia de los 2500 metros de altura de la ciudad, hace unos cuantos viajes de la recepción a la habitación. Se abre la puerta.

"The hotel has 16 luxurious suite bed rooms with living room and kitchen of their own." (http://www.thelionsdenhotel.com/index.html)

5 de la madrugada, imposible pegar ojo. La suite anunciada es una cama de matrimonio formada por dos camas individuales unidas, dos armazones de madera que soportan dos colchonetas de muelles incapaces de aguantar sin moverse como colchones de agua un cuerpo humano de peso y estatura medios.
El living room, dos sillones de plástico negro y un televisor que sólo emite dos canales, uno local y la BBC internacional. La cocina es una barra, una encimera sin fogones, un grifo sin agua y una pequeña nevera. El calentador eléctrico del baño, por culpa de la presión, gotea sin cesar, cayendo el agua sobre el suelo. El charco se hace tan insoportable que, para evitar el riesgo de resbalones, hay que poner la única toalla de mano existente en el suelo. La otra toalla hay que repartírsela para podernos duchar. A la hora del baño una araña zancuda sale por el sumidero de la bañera. Una habitación suite de lujo.

Las 6 de la mañana. Amanece muy temprano en Addis, donde el calor se siente más a esas horas que en el mediodía. Cantan pájaros y una de las ventanas da vista a los ventanales con pegatinas secas por el sol de un colegio de pago que hoy, domingo, está cerrado. Sobre el cielo del hotel revolotean aves rapaces que se ven descender a toda velocidad, para volver a elevarse y acabar con su presa devorada en lo alto de los postes de la luz. Ha sido imposible descansar y la experiencia, afortunadamente, sólo se repitiría una noche más.

Abajo en el patio, una especie de aparcamiento privado por donde entra la dueña del local con toda su prole, chofer incluído, varias parejas españolas pasan los días sin hacer nada hasta regresar a España , mientras que otras esperan a que sus hijos lleguen en la furgoneta desmembrada reconcomidos por los nervios propios de la lejanía y del abrazo que viene. Mujeres sentadas sobre un pequeño muro de cemento, hombres paseando de uno a otro lado. Un niño de apenas unos 10 años viene a pedir agua a la recepción para poder seguir realizando su trabajo de limpiabotas, mientras que otro se gana la vida en las afueras del Hotel haciendo de guía a los visitantes por unos alrededores polvorientos que nos llevan a un supermercado humilde pero bien surtido.

Pasa gente vestida de domingo, posiblemente a la litugia ortodoxa o protestante de alguna iglesia cercana; entran y salen coches de lujo para el lugar del restaurante griego cercano al hotel, mientras sigo observando a las águilas volar en círculo sobre nuestras cabezas en busca de presas.

Sin dormir y sin ni comer, cansados por un largo viaje, otra vez en la furgoneta, otra vez un giro a la derecha, un camino de tierra y otra valla que se abre. Orfanato. Cuatro de la tarde. "Vámonos, hijos. Los sacamos de aquí".

2 comentarios:

eclair muy interesado dijo...

Muy interesante, Tox

Anónimo dijo...

No te quejes cariño.... algunos sufrimos ese "maravilloso" hotel durante diez eternizantes dias!!!!!!!!!!! La foto no hace honor a la preciosa escalinata de subida a las habitaciones!!!!jajajaja.

Veo y vuelvo a ver las fotos del viaje y aún no sé cómo pudimos soportar la estancia.... supongo que por la felicidad que nos embargaba la llegada de Edosa!!!!!! Xq se te ha olvidado decir que habia cucarachas, que el menú se limitaba a "hamburguesas", "tortillas".... etc... Ayyyyyy! mejor lo dejo que me enciendo por momentos....

Lo mejor.... a parte de tener a nuestro peque, ha sido conoceros finalmente, un autentico placer!!!!!!

Un besazo enorme