Donde hasta hace apenas una semana había una casa ordenada, escrupulósamente limpia, silenciosa, con apenas la luz de una bombilla por las noches y un sofá donde subir los pies ahora hay desorden, migas de pan por todos lados, interruptores que se encienden y apagan, llantos, risas y un sofá lleno de cachivaches.
Ha sido como darle la vuelta a un calcetín. Lo de atrás para adelante y sin anestesia. Menos mal que donde hay primeriza impaciencia masculina hay toneladas de paciencia femenina para capear situaciones a pares que se nos vienen encima sin saber, muchas veces, como reaccionar. Porque no es fácil. Un niño un rato es una cosa, pero dos niños todo el rato es otra bien distinta. La palabra que más hemos escuchado en estos primeros días tras aterrizar de nuevo en la isla ha sido "paciencia". Paciencia, paciencia, paciencia, paciencia....respira y cuenta hasta cien.
Los niños, no obstante, están estresados y más mosqueados que un pavo en Nochebuena: "¿pero quién diablos son todos estos blancos que intentan achucharnos, que nos zarandean, nos dan paquetitos y que se empeñan en que los llamemos tio, tia, tita, tito y demás memeces?". Si yo fuera objeto de tanto agasajo en apenas un puñado de días también pondría cara de "sáquenme de aquí" y me pondría a berrear como un poseso. Cómo se nota que en casa se encuentran seguros y tranquilos.
Me dice Idoia, de Gallarta (Vizcaya), que su nieto eusko-etiope está para "comérselo con patatas". Yo a los mios también me los comería (con papas, en este caso)....y luego me preguntaría el porqué no lo habré hecho. Pero cuando se acercan, te sonríen y te llaman "papi" con esas vocecitas....el abajo firmante duro e impasible se transforma en un tipo blando.
El lunes vuelve la rutina del trabajo.
Ha sido como darle la vuelta a un calcetín. Lo de atrás para adelante y sin anestesia. Menos mal que donde hay primeriza impaciencia masculina hay toneladas de paciencia femenina para capear situaciones a pares que se nos vienen encima sin saber, muchas veces, como reaccionar. Porque no es fácil. Un niño un rato es una cosa, pero dos niños todo el rato es otra bien distinta. La palabra que más hemos escuchado en estos primeros días tras aterrizar de nuevo en la isla ha sido "paciencia". Paciencia, paciencia, paciencia, paciencia....respira y cuenta hasta cien.
Los niños, no obstante, están estresados y más mosqueados que un pavo en Nochebuena: "¿pero quién diablos son todos estos blancos que intentan achucharnos, que nos zarandean, nos dan paquetitos y que se empeñan en que los llamemos tio, tia, tita, tito y demás memeces?". Si yo fuera objeto de tanto agasajo en apenas un puñado de días también pondría cara de "sáquenme de aquí" y me pondría a berrear como un poseso. Cómo se nota que en casa se encuentran seguros y tranquilos.
Me dice Idoia, de Gallarta (Vizcaya), que su nieto eusko-etiope está para "comérselo con patatas". Yo a los mios también me los comería (con papas, en este caso)....y luego me preguntaría el porqué no lo habré hecho. Pero cuando se acercan, te sonríen y te llaman "papi" con esas vocecitas....el abajo firmante duro e impasible se transforma en un tipo blando.
El lunes vuelve la rutina del trabajo.