Ante las máximas informativas con las que nos bombardean a diario los medios de (in)comunicación, en la tarde-noche del jueves preferimos acudir al servicio de urgencias de una conocida clínica privada de Santa Cruz para evitar masificar el ya por sí masificado servicio de urgencias de eso que llaman servicios públicos de salud. Y remarco el adjetivo "público" ya se verá más adelante el porqué. Tras algo más de dos horas de espera y alguna prueba diagóstica, un médico de indeterminado acento sudamericano y aires de galán latino de telenovela, fonendoscopio al cuello, me dice solemne su diagnóstico. "Ojalá me equivoque", nos dijo.
Las clínicas privadas, por lo general, son muy bonitas por fuera pero no demasiado dotadas por dentro, especialmente sus servicios de urgencias, por lo que nos remite al servicio de urgencia de turno del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria (la residencia sanitaria de toda la vida) para nueva valoración y diagnóstico.
22:15 de la noche. Oficina de admisión de urgencias. Una especie de pasillo de apenas un metro de ancho que da a una estancia de dos metros de largo por metro y medio de ancho donde sudan hasta las paredes. "Mire, que venimos de la clínica X y nos han dicho que vengamos aquí". Ya sospechamos cuando, al decir de donde veníamos, no nos piden la tarjeta sanitaria, sino la del seguro privado con el que habíamos acudido previamente a la clínica. Pero bueno....cosas de la burocracia, pensamos en un momento en el que la urgencia tampoco nos hacía muy dados a reaccionar con muchas luces.
01:55 de la madrugada. Tras unas dos horas y media de espera por fin se le atiende y se le hacen pruebas diagnósticas. Resultado: vuelva usted mañana a ver si los resultados del doctor fulanito de tal ("ji ji ji") son correctos o no, porque tenemos nuestras dudas.
09:30 del día siguiente. Análisis. Vuelva usted entre las 12:30 y 13:00 para recojer resultado y hacerse otra prueba diagnóstica. Pero, ojo, tendrá que subir a la octava planta, "facturación a terceros" (?).
12:55 horas. Tiene que ingresar y someterse a intervención quirúrgica de urgencia. Diagnóstico que se pudo hacer 12 horas antes si hubiese existido un mínimo de diligencia y profesionalidad y, de este modo, haber ahorrado tiempo y riesgos. Por cierto, el galán televisivo había acertado de pleno (para desaire de esos MIR de mierda con ínfulas de protagonista de telefilme americano de media tarde)
13:00 horas. Octava planta de la residencia sanitaria. Instalaciones obsoletas, aspecto decadente. Mientras las nuevas zonas (incluso aquellas que están por estrenar porque el (des)gobierno de Canarias no paga a la constructora y ésta se niega a entregar la obra ya terminada) son brillantes y modernas, quedan resquicios de la prehistoria sanitaria de nuestra isla. Puerta de la derecha, facturación a terceros.
De repente, veo ojos llorosos. Sorpresa: el Servicio Canario de la Salud nos quiere hacer pagar el uso del servicio de urgencias, pruebas diagnósticas, hospitalización, intervención y estancia hasta alta médica. Tarjeta sanitaria en mano y seguridad social al día. O firma compromiso de pago o no hay más tu tía. Decreto 81/2009 por los cojones.
Causa: el mero hecho de comentar que uno ha ido antes de ir al servicio de urgencias público a uno privado (porque la urgencia no parecía tal y no es cuestión de masificar más aún lo masificado, como es frecuente conforme a nuestra idiosincrasia) hace que, para el Servicio Canario de Salud, el paciente haya sido remitido por la sanidad privada y que, por tanto, se entiende que puede pagar de su bolsillo los gastos que se originen.
Una suerte de "si tenias dinero para ir al médico privado, ahora te jodes y me pagas mis gastos", olvidándose que somos beneficiarios del servicio público de salud y más en una situación de urgencia incluso quirúrgica. De hecho, ha sido nombrar un fugaz paso por una clínica privada para ser objeto de sornas y comentarios del tipo "seguro que en el médico privado no se atrevían a quejarse". De tal manera, si hubiese ocultado que venía de una clínica privada y hubiese ocultado el informe medico que se nos hizo para facilitarle el camino de diagnóstico a los médicos que estaban por venir (tarde, muy tarde, eso si), no hubiese pasado absolutamente nada. Pero venir rebotado, aún accidentalmente, desde la sanidad privada a la pública es sentir una cierta sensación de maltrato por parte de la maquinaria burocrática del servicio.
Ya puede Don Paulino y sus atracadores meterse su burocracia administrativo-sanitaria por donde se aposentan en sus poltronas perpetuas. Lejos de facilitar el acceso univerrsal y gratuito a la sanidad, más aún cuando se es pleno beneficiario de ella, lo que hacen es convertirla en un carrera de osbtáculos.
A todas éstas, tras más de 24 horas, sigue esperando en una habitación de la tercera planta.
1 comentario:
De película de terror de serie B, amigo, esta es nuestra inseguridad asocial.
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