A los pocos lectores de este blog (que cada vez se actualiza menos por falta de tiempo, de argumentos y de motivación) no se les habrá escapado que a mi se me podría encuadrar dentro de eso que ahora se llaman los "indignados", aquellos a los que no les gusta el sistema social, político, económico y hasta moral que nos ha tocado vivir a estas alturas iniciales del siglo XXI. Tampoco podrán obviar que me he manifestado en alguna ocasión en favor de que se produjese algún tipo de movimiento social que se manifestara, por fin, en contra de la podredumbre que nos rodea: mientras unos se llenan los bolsillos, crecen las listas del paro; mientras necesitamos patrones morales, nos bombardean con todo lo contrario; las administraciones públicas (todas) están gestionadas por, en el mejor de los casos, auténticos mediocres; vivimos en la sociedad en la que los peores son los que triunfan. No me gustan los políticos, nis los partidos, ni sus ideas, ni sus no-propuestas. Aborrezo a la administración de justicia, auténtica manzana podrida de eso que llaman democracia, que sin embargo debiera ser pilar básico de una sociedad sana.
Desde el viernes he visto crecer en las redes sociales, fundamentalmente en Twitter (si, tengo Twitter) el movimiento del 15 de mayo, ese que empezó convocándose casi clandestinamente mediante pasquines pegados en las farolas y que a estas horas, y bajo prohibición de las juntas electorales de zona, mantiene desde el domingo a un buen par de miles de personas en las plazas de diversas ciudades españolas. Básicamente, en sus reivindicaciones, puedo estar más o menos de acuerdo. Que al calorcillo de las protestas se unan famosillos, actores, políticos y fauna del show bussines ya, de por si, desnaturaliza el movimiento. Aún así, beneficio de la duda.
Consignas, eslógaes y hashtags tuiteros. No se propugna que no se vote, sino que no se vote a los partidos "mayoritarios" o "tradicionales", lo cual da una idea de que lo que se pretende es que los votos se trasvasen a partidos que hasta ahora han venido siendo meramente residuales (y que, por cierto, lo seguirán siendo cuando todo esto haya pasado).
Y, sin embargo, estando de acuerdo en la esencia de la movilización, estoy confundido, muy confundido. Quizás sea porque no concreta nada, sino meras vaguedades: un mundo más justo, no ser esclavos de los poderes económicos, un cambio en la clase politica.....precisamente la misma falta de concreción de la que hacen gala los partidos, digamos, convencionales. Quizás sea porque no promueven el castigo a la política y al sistema desde la abstención, sino desde el pedir el voto a otros. Quizás porque el movimiento tiene el tufillo a moda pasajera.
Partamos de una base: salvo auténtica revolución, incluso sangrienta, salvo cataclismo económico global, salvo un cambio mundial radical....el actual sistema, tal y como lo conocemos y lo hemos conservado, es francamente imposible de cambiar. Quizás si de modelar, pero siempre por las manos de quienes ahora lo controlan. O sea, un círculo vicioso. El sistema es lo que es y se controla desde donde se controla, no nos engañemos. Creer lo contrario es de idealistas o más bien de ingenuos (y para eso ya tuvimos el Mayo del 68, donde pululaban algunos de los que hoy controlan y modelan ese sistema que tanto denostaban).
Lo verdaderamente coherente sería no participar del sistema. Yo no voto. Cómo puedo votar a partidos que, por minoritarios, útopicos, extraños, surrealistas o populistas que sean, precisamente participan de ese sistema. Hacerlo es reaformar por ejemplo, la incoherencia de los partidos soberanistas/independentistas: resulta paradójico, por no decir que hasta risible, que un partido que propugna la independencia de España participe en elecciones convocadas dentro, en y por el estado español y que, incluso, puedan llegar a percibir cantidades económicas )del erario público español, claro) en caso de obtener representación. Es de locos. Un movimiento que está por cambiar el sistema no puede, ni debe, hacerlo haciéndose valer de partidos politicos.
A mi no me gusta el sistema. Lo repudio profundamente. No me gusta ni el ejecutivo, ni el legislativo, ni el judicial, ni el económico, y no por el partido que puntualmente lo controla, sino porque entiendo que es más que imperfecto y que es un edificio carcomido. No existe la democracia, es un cuento chino. Pero, al menos yo, me siento coherente: lo detesto, luego no participo. "Oiga, es que usted participa en el sistema desde el momento en el que trabaja, de manera directa o indirecta, en la adminstración de justicia. Sea coherente y deje de hacerlo, si no le gusta", podría decirme alguien. Pero es que en ese detestable sistema, lleno de mediocres desde la cúpula hasta la base, yo no soy más que un mero intermediario entre sistema y usuario, y como intermediario me limito a acudir y cumplir, con la nariz tapada, con las reglas.
Por tanto, no está en nuestras manos, ni en los votos, ni en las pancartas. Estoy confundido porque no sé donde colocarme en este momento. Quizás lo mejor sería seguir posicionado en mi y no donde lo hagan los demás. Al menos seguiré teniendo mi conciencia tranquila.