lunes, 11 de abril de 2011

Liberté, fraternité, egalité.

Los franceses son a la democracia europea lo que los americanos a la democracia en el resto del mundo: el faro de occidente, los guardianes de la libertad. El pueblo galo tomó un día de julio La Bastilla y de ese cuento llevan viviendo dos siglos y pico.

Y en estas se les aparece Sarkozy, ese político con alzas que igual se saca una foto con Gadaffi que luego le bombardea. El mismo que en nombre de la libertad y de la República ataca a las libertades individuales prohibiendo un símbolo cultural y religioso como el uso del velo islámico. "El burka no es un símbolo religioso sino un símbolo de la opresión. No es bienvenido en Francia", dice Sarko. 

Podría llegar a cuestionarse que en países de mayoría de mahometanos ortodoxos (o sea, eso que llaman fundamentalistas islámicos) el uso del velo integral sea una imposición religioso-política, símbolo de la opresión del macho dominante sobre la débil hembra. Pero cuando la usuaria de esta prenda deja su país de origen, llegando a uno donde esa imposición ya no existe, quizás deberíamos preguntarle si viste esa prenda por imposición o por propia voluntad antes de ponerle 150 € de multa. Sin embargo, los defensores de las libertades individuales optan, una vez más, por la prohibición.

Nuestras democracias occidentales, tan pulcras, tan perfectas, ya hasta imponen cómo deben vestirse las mujeres de una determinada etnia cultural-religioso-social, todo en pro de la integración. Sin embargo, si cualquier francesita fuese a, pongamos, Irán y la obligasen, para su mejor integración, a vestir velo integral o no, el gobierno francés elevaría la voz porque un estado extranjero le impone a sus nacionales la forma de vestir y unas costumbres de bárbaros.

Los extranjeros deben integrarse en nuestra sociedad. Nuestros nacionales en el extranjero, sin embargo, pueden seguir recluidos en sus "Casas de nosedónde en nosequé país", donde sólo se relacionan entre ellos y practican exclusivamente sus costumbres y tradiciones.

A mi un velo, integral o no, no me molesta, ni representa una amenaza a mi seguridad, ni una fatla de integración cultural. Ni un velo, ni una chilaba, ni un turbante. A lo mejor es que no tengo los prejuicios que tiene gran parte de la sociedad y que se bendicen con este tipo de medidas neofascistas. Antes el multiculturalismo era una bendición, hoy parece estar perseguido. Cosas de las democracias occidentales, supongo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

chapó!

Gregory Apple dijo...

Pues yo estoy contra la imposicion del burka o del velo a la mujer. Sea de Fez, de Cuenca o de Aux en Provence.

Gregory Apple dijo...

Ocurre que los franceses están hasta las gónadas de la invasión por el útero de los islámicos, mon amie.