Hoy he escuchado por la radio que se ha publicado el decreto que disuelve el parlamento autonómico y convoca elecciones para el 22 de mayo. Desde diciembre estamos sufriendo por las calles y carreteras un sinfín de vallas publicitarias que nos muestran caras (duras, por supuesto) que aspiran a trabajar por su pueblo, una forma eufemística de decir que quieren pasarse al menos cuatro años al calorcillo de un sueldo público.
Esta mañana la guagua me dejó en la nueva estación de guaguas de La Laguna. Ir a trabajar en transporte público, evitar más atascos, contribuir al medioambiente y todas esas tonterías que se dicen a partir de hoy me cuesta 20 minutos más de mi tiempo. Lo mejor ha sido, al entrar, ver que la estrechísima nueva estación no tiene paneles informativos, ni locales, ni bancos para sentarse en las dársenas, ni escaleras eléctricas, ni ascensor, que la salida para peatones es demencial y peligrosa y que da la sensación de estar todo improvisado. Lógico, teniendo en cuenta que la inauguraron el sábado porque a partir de mañana martes ya no se puede inaugurar nada. Me viene a la cabeza la imagen de la inauguración de un colegio, creo que en El Hierro, con los operarios poniendo aún el suelo y otros pintando las paredes. En ambos casos, los políticos de turno sonreían mientras cortaban una cinta de colores.
Esto es un ínfimo ejemplo de porqué el 22 de mayo me quedaré en casa. Contribuyo con mis impuestos cada mes y eso me legitima para exigir y quejarme aún cuando no haya pasado por las urnas. No pienso contribuir en nada a que esta casta de corruptos políticos profesionales, esta banda de patanes que nos gobiernan en todos los ámbitos de la sociedad, sigan haciendo de las suyas con el aval de un voto mío. Todas esas caras que veo en los carteles me producen asco: ese Bermúdez sin oficio ni beneficio durante 20 años de vida política; esa Tavío, pija de una mediocridad intelectual insultante; ese Julio Pérez, socialista de club social; o Paulino Rivero, un auténtico inútil social, incapaz de trabajar en otra cosa que no sea un cargo público al que lleva aferrado durante décadas; o el alcalde de La Laguna, Clavijo, el administrador de fincas de la empresa a la que se daba a dedo todas las obras públicas de la ciudad, o Gustavito Matos, otro socialista de los que tienen que buscarse las habas en la política porque en lo suyo no dan mi media....No sirve ninguno, no se salva ni uno.
Un voto es una decepción a medio plazo. Aquel que hoy se opone, con el tiempo terminará haciendo aquello que critica. No hay más ideología que el color del dinero. Ir a votar es perder el tiempo y votar por cualquiera de las opciones entre las que podemos elegir en las islas equivale a tirar un papel por el retrete.